Todos los niños tienen derecho a nacer y a vivir dignamente.              Todos los niños son iguales y tienen los mismos derechos.              Todo niño tiene derecho a una protección especial, más que cualquier otra persona.              Todo niño tiene derecho a satisfacer sus necesidades básicas.              Todos los niños tienen derecho, desde su nacimiento, a un nombre y una nacionalidad.              Todo niño física, social o mentalmente impedido, debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especial que requiere su caso particular.              Todos los niños tienen derecho a gozar de amor y comprensión, para el pleno y sano desarrollo de su personalidad.              Todo niño tiene derecho a disfrutar plenamente del juego y la recreación.              Todo niño tiene derecho, en toda circunstancia, a recibir protección y socorro.              Todos los niños tienen derecho a ser protegidos contra toda forma de abandono, crueldad, explotación o trabajo que perjudique su salud y educación.              Todo niño tiene derecho a ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad, paz, y fraternidad universal...             

Temas de Interes

La violencia llegó hasta la edad escolar

Estudio realizado por cecodap




La ausencia de valores y un ambiente familiar influenciado por la violencia siguen siendo los factores principales del incremento en las cifras de ataques con armas blancas y de fuego.



Esto está ocurriendo en algunos planteles educativos de Caracas y del interior del país. La presión social y las ganas de imponer respeto entre los compañeros son determinantes a la hora de producirse reyertas dentro y fuera del aula.



De hecho, según expertos en la materia, algunos muchachos, al sentirse acosados o burlados por el colectivo de clase, utilizan métodos inadecuados que van desde golpes en diversas partes del cuerpo hasta el empleo de cuchillos, navajas, "chopos" y pistolas.



Las autoridades insisten en considerar estos casos "como poco comunes", pero los padres muestran cada vez más preocupación ante la posibilidad de que sus hijos sean víctimas de robos, o amenazados de muerte por otros alumnos.



El caso conocido más reciente de violencia escolar ocurrió el pasado 4 de junio, cuando una niña de 13 años de edad a puntó a otra, dos años menor, con un arma de fabricación casera, tipo chopo. La situación no pasó a mayores porque una docente intervino a tiempo.



Estos casos se han hecho más notorios en los últimos años, pero el ingreso de armas a las instituciones de enseñanza ya resulta ser un problema de seguridad grave para alumnos, profesores y la comunidad en general.



Para el comisario Sixto Peña, asesor de seguridad y ex comisionado nacional de Investigaciones del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), esta situación de ingreso de armas de fuego en las instituciones de enseñanza data, incluso de principios de los años 80,sólo que los casos no se develaban públicamente.



El problema de uso de estas armas por los escolares, lamentablemente, se registra en instituciones públicas, a su juicio, por la ubicación geográfica:"están en sectores donde se desarrolla la delincuencia juvenil y los jóvenes son absorbidos por bandas que les proporcionan las armas".



Ante esto, la solución no se hace imposible, pero sí difícil: "Básicamente hay que tomar en consideración la orientación familiar. También los tribunales en materia de familias y menores deben tomar medidas correctivas a estos trastornos de conducta".



DIVULGACIÓN POR INTERNET



A través de portales en Internet se pueden observar riñas callejeras entre grupos de adolescentes. Ningún joven interviene, más bien aplauden y gritan, como si se tratara de algún espectáculo.



Sus celulares, dotados de la más avanzada tecnología, registran los momentos claves de la pelea, es decir, cuando el rostro del contrincante –en su mayoría no llega a los 15 años-está lo suficientemente ensangrentado y no tiene fuerzas para defenderse.



Esta situación es analizada por Oscar Misle, representante de Cecodap, quien considera que los jóvenes han asumido las agresiones como una forma de relación. Antes era sólo atribuida a los varones, pero desde hace un tiempo, las jovencitas son las principales protagonistas de estos altercados. Se produjo un envenenamiento de una chica por parte de otras que estudiaban con ella (en el estado Aragua). Los docentes y los padres deben hacer un esfuerzo y hablar seriamente sobre esto". En la institución ofrecen información sobre qué es la violencia juvenil y cuáles son los pasos a seguir para evitar que las cifras se sigan incrementando.Pero esta situación ya la habían cia para contrarrestar los focos de violencia registrados en diversos liceos caraqueños.



EN CONTRA DEL OCIO



Reinaldo García, presidente de la Subcomisión de Derechos Humanos de la Asamblea Nacional, fue el encargado de diseñar las políticas de desarme y elaborar talleres comunitarios dedicados a la formación de padres y docentes, quienes recibieron herramientas para atender los problemas frecuentes en los niños y adolescentes y que pueden desencadenar en actitudes inapropiadas, tales como el consumo de licor o de sustancias estupefacientes.



Visitas a los colegios, charlas educativas dirigidas a los alumnos y la promoción de actividades culturales y deportivas son necesarias a la hora de atacar el flagelo de la violencia en los menores de 18 años.



"Si el muchacho está ocioso es más propenso a cometer delitos, portar armas e incluso atentar contra la vida de otro compañero.



En mi gestión en la Alcaldía Mayor se hizo énfasis en la actividad deportiva para tener mejores ciudadanos y alejarlos de las drogas, porque bajo los efectos de estas sustancias es que se han registrado casos graves", precisó el legislador.



Las brigadas de policías escolares también cumplen una función de supervisión e inspección para evitar el ingreso de objetos ilegales a los recintosdeeducaciónprimaria,básica y media diversificada.



Sin embargo, para Sixto Peña la figura del policía escolar es para labores más rutinarias de prevención y de tránsito, pues se trata de funcionarios policiales jubilados, que no portan armas. Además aseguraque la revisiónacadauno de los estudiantes no erradicaría el flagelo, tomando también en consideración cuántos conforman la población estudiantil, además de que la medida se convertiría en una rutina provisional.



Anahí Arizmendi, presidenta de la Fundación Caracas para los Niños, esenfáticaaldecirquesetratadepocos casos: "esto lo aclaro porque siempresegeneraliza ynotodos los muchachos son violentos. Por eso hacemos un gran esfuerzo en materia de prevención".



LOS NIÑOS COPIAN PATRONES



Para Erick Rodríguez, psiquiatra experto en salud pública y comportamiento humano, estos actos de violencia por parte de niños y adolescentes son más que un efecto insidioso, solapado y acumulativo, pero que no era visualizado por la gente.
El experto mantiene que los niños están en un proceso de imitación, de fragilidad emocional, maduración y aprendizaje, mientras que en los adolescentes se presenta el proceso de reafirmación y reforzamiento dual entre las emociones y las normas. De hecho, después de la familia, en el colegio se expresa mejor la relación e integración social.



El punto en sí es que existen tres teorías de la violencia: la del impulso, que es cuando la agresividad está dentro del individuo y cuando se frustra la manifiesta; la del instinto, que es innata y está relacionada con la intuición o los reflejos; y la del aprendizaje, la más común de todas, que está determinada por el proceso de socialización, y en ello influye la condición social y ambiental, donde se desenvuelve el ser humano.



Es por esto que las otras dos teorías son consecuencia de la del aprendizaje. De hecho, Rodríguez relacionaaestateoríacon un proceso que tiene que ver con la violencia explícita "que es transmitida por el sistema icónico: la televisión".



Estudios sobre el impacto de la televisión en los seres humanos avalan su visión como,por ejemplo,el informe de la Unesco de 1989 que hablaba de la violencia y el terror en los medios de comunicación de masas.



A su juicio, dos cosas están en juego: el núcleo familiar como eje central y la omnipresencia de la televisión en el hogar "porque se convirtió en sustituto de la familia y hasta de la escuela".



De allí que se habla de la promoción de consumo y violencia por parte de la pantalla chica y por el que Rodríguez hace una reflexión en torno a la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión: revisarla para identificar esos actos violentos.



Lo cierto es que este problema data de hace por lo menos 20 años, pero se ha agudizado con el tiempo en ciertos establecimientos educativos.



Erradicar este problema no es imposible, como mantienen los expertos, pero las comunidades educativas, las familias y el Estado pueden contribuir sustancialmente a que se resuelvan los conflictos -en algunas ocasiones armados- que se presentan con frecuencia en algunos centros de enseñanza.



CRONOLOGÍA



Algunos casos

6 de junio.

Una alumna de la Unidad Educativa Zenobia Vergara, en Guarenas, durante el receso amenazó a una niña de 11 años con un "chopo" que le guardaba a su primo. No hubo heridos pero si una averiguación administrativa y policial.



5 de mayo.

Un niño de 11 años de edad, estudiante de 7° grado en la Escuela Técnica "Leonardo Infante", en Petare, fue atacado por varios estudiantes del liceo "Lino de Clemente". Recibió golpes con tubos, heridas de navajas y hasta cachazos con armas de fuego que lo dejaron inconsciente.



18 a de abril.

En el Liceo José Francisco Torrealba, ubicado en el estado Aragua, hubo un intento de envenenamiento con raticida a una joven de quinto año.



SABIAS QUE

Uno de cada cuatro alumnos sufre de acoso o la violencia por parte de sus compañeros.

60% de acosadores en las escuelas acabará cometiendo un delito antes de cumplir 24 años, según un estudio en España dirigido por Araceli Oñate, directora del Instituto de Innovación Educativa, e Iñaki Piñuel, profesor en la Universidad de Alcalá y director del Mobbing Research (Investigación del Acoso).

Por cuatro se multiplica el riesgo de sufrir acoso escolar en niños con siete u ocho años.

La violencia en las instituciones de enseñanza en Venezuela data, por lo menos, de hace más de 20 años, sólo que los casos no son denunciados por temor a represalias y/o no eran conocidos públicamente

TIPS PARA PADRES



Causas y consecuencias

Conductas inadecuadas

Algunos comportamientos inadecuados de niños, niñas y adolescentes -que provienen y/o generan violencia- son: golpear a un compañero o compañera, hacerle burlas o bromas pesadas, ignorarle, no hacerle caso o apartarle.



Violencia Prolongada

Se trata de una situación de indefensión, una violencia prolongada, que se repite consistentemente.



Puede ser un maltrato físico o verbal que proviene de un individuo o de un grupo y está dirigido a una persona que se transforma en víctima al no poder evadirlo.



La intimidación o miedo

podría producirse en quien padece las agresiones y verdaderos actos de violencia.



La sensibilización

es indispensable que exista en el hogar y en el centro educativo...........


Conflictividad escolar y fomento de la convivencia: ¿Cómo manejar los conflictos en la escuela?

Valentín Martínez-Otero Pérez


Doctor en Psicología y en Pedagogía, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, España.



En este artículo, el autor reflexiona sobre la conflictividad escolar, y, en particular, sobre los problemas que con más frecuencia surgen entre los alumnos o entre estos y los profesores. En numerosos centros escolares se quiebra la convivencia, hasta el punto de hacer imposible la formación. La dificultad de analizar en toda su extensión el fenómeno de la violencia en las aulas lleva al autor a realizar una revisión de los principales problemas existentes, con el propósito de conocer mejor esta realidad, y, a la vez, con el de estudiar qué posibles vías conducen a su solución.

Extraído de Revista Iberoamericana de Educación, no. 38 Mayo Agosto de 2005, en http://www.rieoei.org/rie38a02.htm


 CAUCES PARA LA CONVIVENCIA


Según ha quedado dicho, los problemas de convivencia en los centros escolares obedecen a numerosas causas. La solución, entonces, no puede ser sencilla. Para empezar, se precisa el compromiso de todos los miembros de la comunidad educativa encaminado hacia una cultura de paz. La participación responsable en las instituciones lleva a las personas a experimentar cercanía y solidaridad, sentimientos contrapuestos a la rivalidad y a la intolerancia que se hallan presentes en los conflictos. El fortalecimiento de la comunidad previene, y, en su caso, mitiga la violencia. Una parte considerable de los males que aquejan a la escuela proceden del individualismo, de la exclusión y de la irracionalidad que reinan en la sociedad. Cuando estos gérmenes penetran en los centros escolares, no hay mejores antídotos que la comunicación y el escrupuloso respeto a la verdad.

Las soluciones para las conductas antisociales no deben aplicarse con precipitación. Más allá de un marco general de prosecución de la concordia, los remedios han de responder a cada situación particular. Así mismo, deben quedar atrás de manera definitiva, cual si de piezas museísticas se tratase, las intervenciones basadas en la sanción. La ciencia pedagógica muestra que las actuaciones humanitarias basadas en la reflexión, en la participación, en el diálogo y en la responsabilidad, brindan las mejores medidas profilácticas y terapéuticas para contrarrestar la violencia. Las actuaciones represivas, aunque se acompañen de resultados visibles de tipo quirúrgico, suelen generar rebrotes agravados. Desde mi punto de vista, cualquier planificación educativa dirigida a solucionar la conflictividad escolar debe establecerse al calor del desarrollo personal y social. Las intervenciones que sean sólo punitivas deben sustituirse por procederes nacidos de la racionalidad y de la comprensión, que tengan en cuenta la imbricación de escenarios, el papel y las características de los actores, el establecimiento compartido de normas y de objetivos, al igual que las alternativas al conflicto.

Un posible esquema para la eliminación de la violencia puede incorporar los puntos que a continuación se ofrecen:

- Análisis de la situación. Cualquier acción que aspire a erradicar las conductas antisociales de los centros educativos pasa por un diagnóstico rápido y certero del problema, de los sujetos y de su circunstancia. Cuanto antes se conozca la realidad, más probabilidades existen de conseguir buenos resultados. Dado que cada centro escolar es único, se precisa también un estudio exhaustivo de la propia realidad de ese centro, sin que ello suponga obviar el tratamiento seguido en otros colegios o institutos. En el análisis de la situación es conveniente que se involucren, tanto personas del centro, como expertos externos. Este principio básico se deriva del hecho incontestable de que, a menudo, ser juez y parte impide adoptar una actitud rigurosa y objetiva.

- Bases teóricas de la intervención. En mi opinión, la praxis reductora de la conflictividad escolar debe partir de un enfoque humanístico abierto e integrador. Esta perspectiva confía en las posibilidades de mejora personal, y otorga papeles fundamentales a la reflexión y a las relaciones. Para no caer en un idealismo de consecuencias negativas, puede complementarse con métodos y con estrategias provenientes de otras orientaciones. En el caso de las intervenciones individuales, cabe enriquecer esta perspectiva con técnicas cognitivo-conductuales que posibiliten la modificación de pensamientos, de motivaciones y de actitudes, pues se han constatado en muchos de los protagonistas de la violencia graves errores cognitivos (fatalismo, pensamiento dicotómico, ideas sobrevaloradas, etc.). Tal tipo de atención personal debe combinarse siempre con el trabajo comunitario, lo que equivale a fomentar la comunicación en el seno de la institución, la participación de los padres, la implicación de los compañeros, etcétera.

- Planificación de la intervención. Tras analizar la situación, hay que establecer las estrategias preventivas o terapéuticas. La intervención puede requerir la participación de toda la comunidad educativa. Desde una perspectiva ecológica y sistémica, se considera muy importante la adaptación del programa de prevención y de resolución de conflictos a las características concretas del centro, en el que, por cierto, debe fomentarse la interacción entre sus partes, sin que ello impida la apertura o la adopción de medidas generales. La eliminación de la entropía escolar depende en gran medida de la institución, considerada en su totalidad. Aun cuando la realidad de los centros puede variar sustancialmente, la praxis profiláctica o correctiva en este ámbito suele prestar mucha atención al clima social de la institución, así como a las relaciones que la escuela establece con las familias y con el entorno (4) en el que está ubicada (barrio, pueblo...). También es necesario contar con el apoyo de las administraciones. El proyecto Andalucía Anti-Violencia Escolar (Andave), puede orientar la actuación en este campo. Cuenta con cinco líneas de trabajo (Ortega y del Rey, 2003, pp. 17-23): investigación; sensibilización social y escolar; formación de agentes educativos; producción de materiales didácticos, y atención directa a los escolares a través de un teléfono de ayuda. Si bien el citado proyecto sirve de referencia sobre todo por su trayectoria de aplicación, me animo a sugerir varias recomendaciones para diseñar y para implementar un programa preventivo o correctivo de conductas antisociales en el ámbito escolar:

- Buscar la implicación de toda la comunidad educativa. Hay que procurar que las personas que integran la institución (alumnos, profesores, técnicos, etc.) tomen parte en distintos acontecimientos enriquecedores del ambiente. La participación no puede reducirse a las actividades del aula. En ese sentido, es un hecho comprobado que el intercambio que se produce con motivo de aniversarios, de fiestas, de graduaciones, etc., resulta muy beneficioso para la convivencia. Por último, no es apropiado dar la espalda a los problemas sólo porque no se ha sufrido de forma directa la violencia.

- La promoción de la convivencia es posible cuando se coordinan los medios y las personas. Es necesaria una estructura que vertebre el clima social, y que sea lo suficientemente flexible como para admitir cambios.

- El establecimiento de normas claras. La convivencia precisa de un reglamento fundado en la razón. Sin un código que regule el comportamiento, y en el que queden recogidos sin ambigüedad los derechos y los deberes de las personas, la vida institucional queda expuesta al caos. Las normas deben ser realistas y consensuadas; de lo contrario, se viven como imposiciones que hay que transgredir.

- El estudio de cada caso y la atención personal son otros aspectos que se deben tener en cuenta. Por más que se adopten medidas grupales, es pertinente ayudar a cada educando en función de su singularidad. En la actualidad este tipo de atención es insuficiente, porque se centra casi por entero en la dimensión intelectual y en el rendimiento académico, por lo que es oportuno completarla con el cultivo de la dimensión socioafectiva. El progresivo afianzamiento en los centros escolares de los orientadores profesionales, puede contribuir a personalizar la educación.

Velar por la coherencia entre las vertientes manifiesta y oculta del currículo. Es bien conocido que, tanto los procesos patentes como los latentes, influyen mucho en la educación. Las programaciones tienen que incluir de modo explícito aspectos relativos a los desarrollos social, afectivo y ético.

La planificación de la intervención puede adoptar rumbos muy variados, pero siempre debe avanzar hacia horizontes de racionalidad y de cordialidad. Cuando para la eliminación de las conductas antisociales en los centros escolares se recurre a métodos represivos, los resultados no pueden ser positivos. La pretensión de neutralizar este tipo de acciones exige un esfuerzo grande de toda la comunidad, centrado en el impulso de la ética, de la justicia, de la responsabilidad y de la solidaridad. Tampoco es sensato querer eliminar la agresividad. Primero, porque es algo inmanente a la persona, y, segundo, porque si se canaliza como es debido a través del estudio, del trabajo, del juego o del deporte, puede ser muy beneficiosa.

Evaluación de la intervención. Si bien la escuela posee una dilatada experiencia en la valoración de los conocimientos individuales, es poco frecuente que se evalúen otros tipos de dimensiones institucionales: clima social, desarrollo moral, trama comunicativa, etc. Con dichos antecedentes, no sorprende que la calibración de una intervención como la que nos ocupa se torne compleja. Para facilitar este tipo de evaluación, hay que contar con expertos que analicen tanto el proceso como el resultado en un marco de colaboración de todos los implicados, que permita reconducir la planificación cuando sea necesario. La evaluación no representa el último capítulo de la planificación, sino que se extiende a toda la intervención asegurando su adecuación o aconsejando su mudanza.

Tras el esquema general ofrecido, pasamos a considerar algunas vías más específicas favorecedoras de la convivencia escolar, con el deseo de que animen al lector interesado a hacer una revisión más profunda y extensa.

La disciplina

Históricamente, la disciplina ha sido una herramienta de dominación. Debido a eso, una de las acepciones de la palabra es la de instrumento por lo común de cáñamo, compuesto de varios ramales y que sirve para azotar. Algunas crónicas revelan que, ya en las escuelas atenienses, se utilizaban palos para corregir a los niños indisciplinados. En Esparta la disciplina era aún más dura, y se azotaba a los menores hasta provocarles sangre. Después de todo estos niños eran unos privilegiados, pues es sabido que muchos recién nacidos débiles o deformes, morían por ser arrojados desde la cima del monte Taigeto. También los maestros romanos empleaban con frecuencia varas y látigos para castigar. Sin llegar a estos extremos, es de sobra conocido que, hasta hace escasas décadas, en las escuelas españolas ciertos maestros con poco seso se hacían entender por la fuerza, sobre todo a base de bofetadas, de capones y de golpes con reglas en las uñas, o haciendo extender las manos a los infractores. No deja de ser una curiosidad que al «transgresor de alguna regla» se le mostrase el camino recto causándole dolor con un pedazo de madera de igual nombre.

Los castigos corporales se han prohibido en el ámbito escolar, lo que representa un evidente logro, pero todavía es frecuente utilizar el recurso del miedo. La vieja combinación de vigilancia y castigo, aunque haya adoptado formas más sutiles, sigue estando presente en algunas escuelas por medio de amenazas, de insinuaciones y de sanciones de distinta naturaleza (exclusión de actividades, malas notas, desprestigio y humillación del alumno...). El ejercicio de la autoridad docente debe huir siempre de estos recursos de presión y de punición. En el campo escolar, tan oscuras vías disciplinarias deben ser sustituidas por el fomento de la competencia social y por las normas razonadas.

Uno de los principales argumentos aducidos por los defensores de los castigos es el de que son muy eficaces para eliminar conductas inadecuadas; sin embargo, los datos revelan que, a menudo, lo que se consigue es ocultar ese comportamiento, pero no su desaparición. No se olvide tampoco que los castigos pueden tener efectos colaterales muy perjudiciales y no deseados.

En el ámbito escolar personalizado es preferible fortalecer las conductas adecuadas que castigar las inapropiadas. También resulta conveniente que el educando tenga un buen modelo de aprendizaje, y, por supuesto, se deben favorecer la reflexión y la comunicación como vías para conocer el motivo y el alcance de la falta, al tiempo que se oriente al alumno sobre cuál ha de ser la acción correcta.

 La negociación


Los conflictos no son de por sí negativos. Cada vez se extiende más la consideración de los conflictos como oportunidades para mejorar. No cabe entender una comunidad del todo armónica, ni una colectividad regida sólo por los enfrentamientos. La vida institucional es una mixtura de equilibrio que aporta estabilidad, y de tensión que introduce dinamismo. Si los conflictos se canalizan de forma adecuada, se producen cambios positivos en el seno de los centros educativos. Es en este marco en el que se insertan nuestras reflexiones sobre la negociación, que definimos como el proceso encaminado a que dos o más partes en pugna lleguen a un acuerdo o a un ajuste. La negociación, por tanto, es un medio para la resolución de conflictos, que puede utilizarse en las instituciones escolares cuando las personas o los grupos en situación problemática aspiran a recuperar o a alcanzar una conveniencia relacional.

Las condiciones necesarias para que la negociación tenga éxito son: el análisis del conflicto, la voluntad de alcanzar un acuerdo, y el establecimiento claro de lo que se quiere conseguir. La resolución de conflictos a través de la negociación exige, en efecto, una comprensión previa de lo que está pasando en el seno de la institución. ¿Cuál es la fuente de tensión?, ¿por qué no hay comunicación?, ¿quiénes son los directamente implicados?, etc., son algunas de las preguntas que en un primer momento deben formularse.

Las reflexiones anteriores muestran que se debe disponer de un diseño de negociación, que impida que el proceso adopte un rumbo imprevisto o indeseado. El marco general ofrecido puede servir de base para la formulación de distintos planes de actuación, acomodados a las circunstancias particulares de cada centro.

 La mediación


Una de las vías más utilizadas hoy en los procesos de negociación escolar es la mediación. Se trata de un método de resolución de conflictos encaminado a la reconciliación o al acuerdo entre las partes enfrentadas. La persona encargada de establecer la comunicación y de buscar el entendimiento recibe el nombre de mediador. Algunas características de la mediación son (Torrego, y otros, 2000, pp. 11-12):

Es un método alternativo, ya que es extrajudicial o diferente a las vías legales o convencionales de resolución de disputas.

Es creativo, pues se buscan soluciones que satisfagan a las partes, sin por ello ceñirse necesariamente a lo que establece la ley.

Es una negociación cooperativa, porque todas las partes implicadas se benefician. Se evita que haya ganadores y perdedores. Por lo mismo, es un método apropiado para el tipo de conflicto en el que las partes enfrentadas deben continuar la relación.

Se requiere la motivación de las partes, lo que se traduce en la cooperación con el mediador, en el respeto mutuo durante y después del proceso, y en el cumplimiento de los acuerdos adoptados.

Puede agregarse que la mediación es un proceso de pacificación, pues el conflicto se conduce hacia un horizonte de serenidad y de armonía. Durante el proceso se busca reducir la tensión sin perjudicar a nadie. Limar las asperezas existentes no es tarea sencilla. A menudo supone una labor constante de modificación de las percepciones negativas sobre los otros, y de fortalecimiento de los puntos de contacto. En último término, siempre son los propios implicados los responsables del cambio y los que eligen cómo realizarlo. Son los sujetos en situación de conflicto los que sufren de modo directo las consecuencias, y los que tienen en su mano la posibilidad de alcanzar o de recobrar la cordialidad. En las instituciones escolares democráticas, la recuperación de la trayectoria perdida exige el compromiso de todos. Los errores se corrigen con voluntad y con racionalidad. La estimación interpersonal suele llegar más tarde, y confiere a las relaciones el genuino carácter de la convivencia.

La mediación saldrá airosa si, además de movilizar a los sectores hacia el acuerdo, se reflexiona y se orienta la solución como una conquista de todos. Durante el proceso el mediador debe realizar una delicada tarea, a veces silenciosa y poco reconocida, en la que se expone incluso a la incomprensión y a la crítica. Algunos papeles que puede desempeñar el mediador son (More, 1996, citado por Alzate, 1998, p. 206): el de iniciador de canales de comunicación; el de legitimador que ayuda a que las partes reconozcan el derecho que los otros tienen a estar presentes en la negociación; el de facilitador de vías que llevan a la solución; el de entrenador que prepara a las partes para que negocien; el de creador de recursos que aporta información y sugiere ideas; el de explorador del problema desde diferentes perspectivas; el de agente de la realidad que ayuda a construir y a aplicar un acuerdo objetivo y viable; el de chivo expiatorio capaz de asumir parte de la culpa de haber tomado una decisión que no sea popular; el de líder que adopta iniciativas que hacen avanzar la negociación.

 Fomento de la competencia social


La competencia social es una expresión que engloba dimensiones cognitivas y afectivas positivas, que se traducen en conductas congruentes valoradas por la comunidad. Estos comportamientos hábiles favorecen la adaptación, la percepción de autoeficacia, la aceptación de los otros y el bienestar. De acuerdo con el modelo biopsicosocial vigente, se puede afirmar incluso que la competencia social es un indicador social de salud mental. En este apartado nos ocuparemos sobre todo de su fomento en niños y en adolescentes.

El concepto del que hablamos está muy ligado a la cultura. De tal suerte, la persona que en occidente es catalogada como competente desde el punto de vista social, puede recibir una calificación muy distinta en oriente. Como en tantos otros aspectos, los criterios de evaluación de la competencia social varían de forma considerable según sea la cultura de la que se trate. Se sabe, por ejemplo, que lo que en algunos lugares se valora como conducta asertiva, en otras zonas se reprueba porque se interpreta como falta de humildad. Incluso en una misma cultura puede haber diferencias significativas, según se trate de uno o de otro género. Para estudiar, para calibrar y para fomentar el comportamiento socialmente competente, es preciso conocer el contexto sociocultural en el que se inscribe. En relación con este punto, la educación intercultural de nuestros días debe ser sensible a la especificidad de la competencia social, pues de lo contrario se puede incurrir en graves errores al valorar el comportamiento de niños y de adolescentes. El multiculturalismo acelerado que se está operando en la institución escolar ha de acompañarse de significativos cambios en los procesos formativos. Es urgente, por ejemplo, que los educadores reciban una preparación intercultural que les capacite para comprender y para desarrollar la personalidad básica de los educandos con los que se relacionan. El desconocimiento o la incapacidad para promover la competencia social puede generar problemas de toda índole: fracaso escolar, inadaptación, ansiedad, enfrentamientos, etc. Por su carácter práctico, el Programa de Desarrollo Personal (pdp) (Martínez-Otero, 2000) puede contribuir a incrementar la competencia social, y, por ende, a mejorar la convivencia escolar.

Aunque en esta ocasión nos centramos en los alumnos, es necesario, así mismo, que los profesores posean suficiente competencia social. La competencia social permite a los educadores relacionarse adecuadamente con los distintos miembros de la comunidad educativa (compañeros, alumnos, padres, etc.). No es descabellado plantearse una revisión de los procesos de selección y de formación docente, para que dicho aspecto reciba la atención que se merece.




 CONCLUSIONES


En estos artículo que hemos presentado se reflexiona sobre los problemas de convivencia en los centros escolares, y se describen sumariamente algunas de las vías de solución que más se siguen en la actualidad; por ejemplo, la disciplina, la negociación, y el fomento de la competencia social. Los comportamientos antisociales y la violencia son realidades cada vez más presentes en las instituciones educativas, y, como ha quedado recogido en el texto, obedecen a múltiples causas. Esta etiología plural hace que no resulte fácil hallar respuestas definitivas ni del todo satisfactorias a los muchos interrogantes. De nuevo, viene a encerrar una gran verdad la afirmación de que es mejor prevenir que curar, lo que nos lleva a insistir en la necesidad de transitar hacia una pedagogía de la tolerancia.

En nuestra opinión, cualquier intervención rigurosa encaminada a remediar los conflictos, más allá de peculiaridades de programas y de técnicas, debe contemplar varios módulos entreverados, a saber: cognitivo, afectivo, ético y social. Esta distribución cuatripartita permite organizar la actuación educativa en la compleja constelación estructural de los comportamientos antisociales, y, en definitiva, avanzar hacia la deseada convivencia.